Okela de Pedro Santamaría
“…parte de Cantabria fue sojuzgada por los espartanos. Aquí también está Okellas, ciudad que se dice fue fundada por Okela...”
Estrabón – Geográfica III, 4, 3
Una vez que han conquistado toda Asia, los persas amenazan ahora a la Hélade con un ejército como nunca antes se había visto. Okela, uno de los generales espartanos, es enviado para comprobar si los informes que llegan a Grecia son ciertos, y se encuentra con que el ejército del rey Jerjes es invencible.
Ante esta situación, los diferentes gobernantes griegos se reúnen para buscar una alianza que les permita impedir la invasión, pero el Oráculo de Delfos envía un mensaje claro a los espartanos: deben buscar las fuentes del «Nilo de Occidente» para fundar allí una nueva Esparta. Okela será de nuevo el elegido para realizar dicha misión. Junto con trescientos hombres más, deberá abandonar Grecia y dirigirse al Oeste en un viaje hacia lo desconocido.
Los aventureros se verán así envueltos en la lucha entre Siracusa y Cartago, sufrirán los envites de un mar tormentoso y arribarán a las costas de Iberia, donde encontrarán tribus bárbaras que se opondrán a su búsqueda, mientras intentan seguir el cauce del Ebros y crear una nueva nación en el corazón de aquel territorio inhóspito.
Opinión:
La premisa de este libro es muy sencilla: al escribir sobre los cántabros, Estrabón se hizo eco de una leyenda que atribuía su origen a los espartanos. Apenas es una frase, pero sirve al autor para escribir una suerte de "Eneida cántabra" que justificaría esa frase de "Geografía".
Así, el libro se divide a su vez en 4 partes, o libros, cuyos títulos son muy descriptivos: Génesis, Odisea, Anábasis y Hegemón.
Sorprendentemente para mi, la parte que menos me gustó fue la que menos me esperaba, el Génesis. Esta parte describe la vida de Okela en Esparta como miembro de la élite de sus guerreros a las órdenes de Leónidas, así como la amenaza de la invasión persa y de su emperador Jerjes. Como digo, fue esta parte, más descriptiva, la que menos me enganchó, porque no conseguía que conectase con los espartanos como pueblo y con Okela en particular como protagonista, dándome la sensación de que eran una panda de locos que solo veían el momento de morir en batalla, arrogantes e insensibles, y provocándome, en ocasiones, la sensación de que en realidad estaba leyendo una lección de historia en lugar de la novela de aventuras que esperaba, salvo por una "traición" en medio de la narración (que personalmente no me sorprendió), y el encuentro con Jerjes, que realmente me gustó.
Fue precisamente la aparición de Jerjes y como resolvió el apresamiento de Okela (de una forma magistral e inteligente), lo que me dió esperanzas en que la historia podía mejorar, ya que lo fácil hubiese sido convertir a Jerjes en una mera anécdota, un personaje plano apenas esbozado, incluso el típico "malvado" con extraños arranques de mal genio (menciona la leyenda de que ordenó azotar al mar), pero el autor no se queda con esto y, a pesar de que solo aparece en una escena, con una decisión del emperador le muestra como un gran estratega y líder, lo que da más fuerza a su capacidad de manejar tamaño ejército y campaña militar, en lugar de justificarlo sólo en la cantidad de oro que tenía para pagar a sus mercenarios.
Y para acabar de rematar las buenas sensaciones, al final fue Kalisté, cuando decide celebrar que su marido no va a morir en las Termópilas (para confusión de Okela), la que me acabó de convencer de que acabaría viendo algo más en los espartanos que ese pueblo de guerreros kamikazes que aparentaban en inicio.
Así, me embarqué con los 300 espartanos en su Odisea por mar, me enfrenté a piratas y estuve con ellos en nuevas batallas en Sicilia y Córcega, donde casi acaban con la expedición. En estas paradas, fui conectando con algunos de los oficiales de Okela, pero seguía sin poder hacerlo con éste, aunque empezaba a intuir que era porque el propio Okela mantenía las distancias, enfocado en alcanzar su meta. Se unieron algunos personajes más a la expedición, incluida una mujer, Casandra, con la que también tuve mis problemas, ya que se suponía que había sido una muchacha griega de Siracusa, y por tanto protegida hasta su encuentro con los piratas, de los que fue prisionera varios meses, y sin embargo tiene una escena en un determinado momento con Okela, del que está enamorada, que me dejó absolutamente descolocada.
Con la llegada a Hispania comienza Anábasis, aunque para entonces eran unos 200 espartanos, lejos de la expedición de los 10.000 de Jenofonte. Esta parte me pareció muy entretenida, remontando el Ebros, porque al hecho de ir reconociendo algunos de los lugares que visitaban, los espartanos empezaron a cambiar. Quizás fuese porque se habían unido a la expedición otras personas de otros lugares, o porque poco a poco todos se fueron haciendo a la idea de que jamás volverían a Esparta ni volverían a ver a la gente que conocían y amaban, o la pérdida de buenos amigos a medida que avanzaba el viaje, pero los oficiales de Okela empezaron a tener más peso y voz en la narración, y cuando alguno de ellos se perdía en el camino, lo sentía de veras. Y el propio Okela sufre una transformación cuando pasa el invierno con los sedetanos, que los acogen por la admiración que siente su jefe por los espartanos, ya que ha leído la Iliada. Representación de ese inicio de transformación es que cambia de nombre por un problema de traducción del suyo, y empiezan a llamarle Kórkota. Kórkota sigue siendo un jefe algo distante, pero empieza a hacerse preguntas y hasta a dudar de su misión, acepta que uno de sus hombres quiera dejarles sin que por ello pierda su estima y escucha más lo que tienen que decirle. Sentí ver como Telamón, el aprendiz de médico, se cegaba cada vez más en su odio hacia Okela porque Casandra le amaba, y me encantó la escena de la emboscada, la preparanción y resolución, pero después ya no pude sacarme de la cabeza a Fidón y su destino.
Finalmente en Hegemón se cuenta la llegada de los espartanos, con Okela a la cabeza, al nacimiento del Ebros y cómo se convierte en el rey de los kantabroi. No voy a explayarme demasiado en esta parte porque no quisiera fastidiársela nadie, pero sin duda es la mejor. Okela pasa a ser definitivamente Kórkota y se libera del pasado, tratando de unir lo mejor de ambos pueblos para gloria de los nuevos espartanos que nacerán de ellos.
El final es de 10, con distintos niveles y todos entrelazados de forma perfecta. Pero no diré más, ¡teneis que leerlo!
En resumen, una historia que os recordará a los clásicos por los recursos que emplea y la historia que plantea, y que si no fuese por ese principio excesivamente didáctico y tardía conexión con los protagonistas, hubiese merecido más nota.
¿Conociais esta novela?
Así, el libro se divide a su vez en 4 partes, o libros, cuyos títulos son muy descriptivos: Génesis, Odisea, Anábasis y Hegemón.
Sorprendentemente para mi, la parte que menos me gustó fue la que menos me esperaba, el Génesis. Esta parte describe la vida de Okela en Esparta como miembro de la élite de sus guerreros a las órdenes de Leónidas, así como la amenaza de la invasión persa y de su emperador Jerjes. Como digo, fue esta parte, más descriptiva, la que menos me enganchó, porque no conseguía que conectase con los espartanos como pueblo y con Okela en particular como protagonista, dándome la sensación de que eran una panda de locos que solo veían el momento de morir en batalla, arrogantes e insensibles, y provocándome, en ocasiones, la sensación de que en realidad estaba leyendo una lección de historia en lugar de la novela de aventuras que esperaba, salvo por una "traición" en medio de la narración (que personalmente no me sorprendió), y el encuentro con Jerjes, que realmente me gustó.
Fue precisamente la aparición de Jerjes y como resolvió el apresamiento de Okela (de una forma magistral e inteligente), lo que me dió esperanzas en que la historia podía mejorar, ya que lo fácil hubiese sido convertir a Jerjes en una mera anécdota, un personaje plano apenas esbozado, incluso el típico "malvado" con extraños arranques de mal genio (menciona la leyenda de que ordenó azotar al mar), pero el autor no se queda con esto y, a pesar de que solo aparece en una escena, con una decisión del emperador le muestra como un gran estratega y líder, lo que da más fuerza a su capacidad de manejar tamaño ejército y campaña militar, en lugar de justificarlo sólo en la cantidad de oro que tenía para pagar a sus mercenarios.
Y para acabar de rematar las buenas sensaciones, al final fue Kalisté, cuando decide celebrar que su marido no va a morir en las Termópilas (para confusión de Okela), la que me acabó de convencer de que acabaría viendo algo más en los espartanos que ese pueblo de guerreros kamikazes que aparentaban en inicio.
Así, me embarqué con los 300 espartanos en su Odisea por mar, me enfrenté a piratas y estuve con ellos en nuevas batallas en Sicilia y Córcega, donde casi acaban con la expedición. En estas paradas, fui conectando con algunos de los oficiales de Okela, pero seguía sin poder hacerlo con éste, aunque empezaba a intuir que era porque el propio Okela mantenía las distancias, enfocado en alcanzar su meta. Se unieron algunos personajes más a la expedición, incluida una mujer, Casandra, con la que también tuve mis problemas, ya que se suponía que había sido una muchacha griega de Siracusa, y por tanto protegida hasta su encuentro con los piratas, de los que fue prisionera varios meses, y sin embargo tiene una escena en un determinado momento con Okela, del que está enamorada, que me dejó absolutamente descolocada.
Con la llegada a Hispania comienza Anábasis, aunque para entonces eran unos 200 espartanos, lejos de la expedición de los 10.000 de Jenofonte. Esta parte me pareció muy entretenida, remontando el Ebros, porque al hecho de ir reconociendo algunos de los lugares que visitaban, los espartanos empezaron a cambiar. Quizás fuese porque se habían unido a la expedición otras personas de otros lugares, o porque poco a poco todos se fueron haciendo a la idea de que jamás volverían a Esparta ni volverían a ver a la gente que conocían y amaban, o la pérdida de buenos amigos a medida que avanzaba el viaje, pero los oficiales de Okela empezaron a tener más peso y voz en la narración, y cuando alguno de ellos se perdía en el camino, lo sentía de veras. Y el propio Okela sufre una transformación cuando pasa el invierno con los sedetanos, que los acogen por la admiración que siente su jefe por los espartanos, ya que ha leído la Iliada. Representación de ese inicio de transformación es que cambia de nombre por un problema de traducción del suyo, y empiezan a llamarle Kórkota. Kórkota sigue siendo un jefe algo distante, pero empieza a hacerse preguntas y hasta a dudar de su misión, acepta que uno de sus hombres quiera dejarles sin que por ello pierda su estima y escucha más lo que tienen que decirle. Sentí ver como Telamón, el aprendiz de médico, se cegaba cada vez más en su odio hacia Okela porque Casandra le amaba, y me encantó la escena de la emboscada, la preparanción y resolución, pero después ya no pude sacarme de la cabeza a Fidón y su destino.
Finalmente en Hegemón se cuenta la llegada de los espartanos, con Okela a la cabeza, al nacimiento del Ebros y cómo se convierte en el rey de los kantabroi. No voy a explayarme demasiado en esta parte porque no quisiera fastidiársela nadie, pero sin duda es la mejor. Okela pasa a ser definitivamente Kórkota y se libera del pasado, tratando de unir lo mejor de ambos pueblos para gloria de los nuevos espartanos que nacerán de ellos.
El final es de 10, con distintos niveles y todos entrelazados de forma perfecta. Pero no diré más, ¡teneis que leerlo!
En resumen, una historia que os recordará a los clásicos por los recursos que emplea y la historia que plantea, y que si no fuese por ese principio excesivamente didáctico y tardía conexión con los protagonistas, hubiese merecido más nota.
4 ★ ★ ★ ★ ★
¿Conociais esta novela?
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